lunes, 19 de marzo de 2012


IMPERIO ROMANO






El Imperio romano fue una etapa de la civilización romana en la Antigüedad clásica, posterior a la República romana y caracterizada por una forma de gobierno autocrática. El nacimiento del Imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su control en torno al mar Mediterráneo. Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando hasta llegar a su máxima extensión durante el reinado de Trajano, momento en que abarcaba desde el océano Atlántico al oeste hasta las orillas delmar Caspio, el mar Rojoy el golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledoniaal norte. Su superficie máxima estimada sería de unos 6,5 millones de km².
Sumerios y Acadios

La palabra mesopotamia proviene del griego y significa “entre ríos”, aludiendo a su ubicación geográfica entre los ríos Eufrates y Tigres, que nacen en las montañas de lo que en la actualidad es Turquía y desembocan en el golfo Pérsico. Los dos ríos corren paralelos, y crecen regularmente cada primavera, pero su crecida no dura tanto como la del Nilo, en Egipto. El territorio mesopotámico es actualmente ocupado por la República de Iraq.
En un clima cálido y seco, bañada por dos ríos impredecibles en sus crecidas, creció esta civilización, que no contando con fronteras naturales permitió que las poblaciones de distinto origen étnico, se incorporaran o emigraran en forma continua, reconociéndose tres zonas:
La alta Mesopotamia, ubicada al norte, a ambas márgenes del curso superior del Tigres, conocida antiguamente como Asiria.
La baja Mesopotamia, situada en la desembocadura de los ríos, que conforman un delta, constituyendo una zona pantanosa que se conoció con el nombre de Súmer
La Mesopotamia media, era una planicie fértil, denominada Akkad o Babilonia.
En este informe nos referiremos a las dos últimas zonas.
La constante incorporación de pueblos diferentes, dio lugar a culturas simbióticas aunque muchas veces los encuentros originaron enfrentamientos violentos.
La organización política fue en forma de ciudades-estados en un principio, para luego centralizar el poder y unificar el territorio, originándose el Primer Reino Babilónico.
Las primeras ciudades-estados, establecidas cerca de algún curso de agua y fuertemente amuralladas, fueron fundadas por los sumerios, alrededor del año 3000 a. C, como entidades independientes en sus aspectos político, económico y religioso.
Los sumerios, provenían probablemente de las colinas de Asia central e ingresaron a la Mesopotamia a través del Golfo Pérsico, llamando Súmer al territorio por ellos ocupado (Baja Mesopotamia).
La vida cultural giraba en torno al Templo, denominados ziggurat (montaña sagrada) construidos en forma de pirámide escalonada, lugar donde moraba el dios principal de la ciudad, que era el patrón de una actividad determinada. Por eso todas las tareas se hacían en su nombre. Pero, además en el Templo se realizaban actividades pedagógicas, como enseñar a leer y escribir o sociales, como la ayuda a los necesitados. También servía como almacén de granos y en lo judicial, se tomaban los juramentos correspondientes a los procesos. Los templos eran dueños de tierras que los campesinos trabajaban.
Cerca de los ziggurat estaba el Palacio, donde residía el gobernante, al principio, un rey-sacerdote elegido por el pueblo, que luego, al convertirse el cargo en hereditario, recibió el título de Ensi, siendo considerado representante del dios de la ciudad, lo que le confería inmensos poderes. Ejercía funciones militares, como la defensa de la ciudad, y religiosas, organizando el culto. Era quien otorgaba trabajo y distribuía las tierras, que estaban ubicadas fuera de la ciudad amurallada, en una sociedad jerarquizada. El Ensi se transformó en Iugal cuando por razones de dominio de una ciudad sobre otra, extendieron sus territorios y el rey-sacerdote debió asumir funciones militares.
Los dueños de las tierras eran el Templo, el Palacio y algunos particulares, que se habían convertido en terratenientes y controlaban el comercio fluvial y de caravanas. Todos ellos residían en la ciudad, al igual que los sacerdotes y la burocracia real, que vivían merced a los excedentes de la producción agrícola. También en la ciudad vivían los artesanos.
Los campesinos residían en los campos, fuera de la ciudad, dedicándose a la actividad principal, que era la agricultura. Sus cultivos principales eran el trigo, la cebada, el sésamo y los dátiles. Aprendieron a controlar los desbordes del río Eufrates, desecando la ciénaga que se formaba tras las inundaciones e irrigaron los desiertos, creando verdaderas técnicas de riego.
También se dedicaban a la cría de ganado caprino, ovino, porcino y en menor medida, al vacuno, utilizando al asno como medio de carga.
Practicaron el comercio, importando maderas, metales, y piedras preciosas. La exportación hacia Egipto, el valle del río Indo y el oeste de Asia, comprendía lana, objetos de bronce, dátiles y granos.
Las principales ciudades súmeras eran Eridu, Lagash, Nippur, Kish y Ur, que al enfrentarse entre sí, se debilitaron, permitiendo su dominación por un pueblo de origen semita y nómade, los acadios, originarios de la península arábiga.
Los acadios, que hablaban una lengua semejante al hebreo y al árabe, con gran poderío militar, ocuparon el centro de la Mesopotamia, para dominar a los súmeros, en el año 2350 a. C. liderados por Sargón.
La invasión acadia, produjo una asimilación cultural de ambos pueblos ya que los conquistadores adoptaron la religión de los súmeros y muchas de sus costumbres, pero difundieron su propia lengua y en lo comercial, introdujeron piezas de metal como medio de pago. Establecieron la capital en Kish, y tras conquistar las ciudades súmeras, se expandieron trasponiendo el Éufrates, conquistando Elam, al este, Assur al norte, y por el oeste llegaron hasta las costas mediterráneas.
Las ciudades súmeras si bien conservaron la posibilidad de autogobernarse, estaban subordinadas al rey acadio, lo que les restaba autonomía. Sin embargo, aprovechando los ataques de los guti, un pueblo montañés, las ciudades súmeras lograron rebelarse y obtener su independencia, aunque no pudo impedirse que algunas ciudades ejercieran supremacía sobre las demás, y desembocaran en problemas internos que permitió en el año 1900 a. C. el dominio de los amorreos.
Los amorreos eran un pueblo de origen semita, originarios de Siria, que paulatinamente fueron conquistando la Mesopotamia, controlando el poder a través de sus reyes, estableciendo la capital en Babilonia, ciudad a orillas del Éufrates. Uno de ellos, Hammurabi, que ejerció el poder entre 1792 a. c y 1750 a .C., produjo la unificación del territorio, fundando el Primer Reino Babilónico, reconociéndose al rey como Dios.
Este rey divinizado, dotado de inmenso poder, gobernaba desde el palacio, todo el reino, a quienes les impuso el Dios principal Marduk, la lengua acadia y un sistema legal único. Todos los funcionarios de las distintas ciudades eran designados y controlados por el rey.
Sin embargo, con la muerte de Hammurabi el reino babilónico se debilitó, permitiendo la invasión de indoeuropeos y hacia el año 1600 a. C., fue destruido por los hititas, que se radicaron en la meseta de Anatolia (actual Turquía), construyendo un imperio.
Esta invasión permitió que otros pueblos del mismo origen invadieran la Mesopotamia. En la zona norte, los hurritas fundaron el reino de Mittani, y Babilonia fue dominada por los cassitas, procedentes de las tierras altas de Elam, al noroeste de Babilonia, utilizando tal vez por primera vez el caballo en los campos de batalla. Su poder duró 500 años.
Estas primeras oleadas invasoras, siguieron repitiéndose por parte de otros pueblos que desplazaron a los primeros hacia el año 1200 a. C. Se trataba de otros indoeuropeos, conocidos como “pueblos del mar”.

Las guerras púnicas

Tras la anexión por parte de Roma, de la Magna Grecia, ocurrida a principios del siglo III a. C., surgió la rivalidad entre Roma y Cartago, por el dominio del Mediterráneo occidental.
Los inicios del conflicto se remontan a cuando la ciudad de Mesina, originariamente una ciudad griega, luego tomada por los oscos, llamados mamertinos, fueron atacados por Hierón II de Siracusa. Los griegos de Sicilia, se resistieron a ayudarlos, y entonces, los oscos, decidieron pedir ayuda a los romanos.
Los cartagineses se unieron a Hierón II, y juntos cercaron la ciudad de Mesina, pero fueron atacados por los romanos. A pesar de que Hierón abandonó la alianza con Cartago y negoció con Roma, la lucha entre Roma y Cartago prosiguió y se recrudeció.
La base cartaginesa de Agrigentum fue tomada por los romanos, en el año 261 a. C. y en el año 260 a. C. los vencieron en Mylae.
Los romanos habían logrado crear una poderosa flota, lo que les confirió un gran predominio naval. Sin embargo no todas fueron victorias para ellos, ya que sufrieron una importante derrota cuando atacaron Cartago en forma directa. Luego de vencer en Palermo (251 a. C.) fueron derrotados en Dreana (249 a. C.).
Los romanos reconstruyeron su flota, víctima de las derrotas y de las tempestades, y en el año 241 a. C. lograron el triunfo definitivo en la costa occidental de Sicilia, en las islas Aegates, tras lo cual se firmó el Tratado de Lutacio, llamado así por ser Lutacio Catulo, quien lo ofreció, por el cual los cartagineses sufrieron duras consecuencias: devolver los prisioneros, evacuar la isla de Sicilia y abonar una cuantiosa indemnización. Así terminó la primera guerra púnica.
Aprovechando los romanos una revuelta entre los propios cartagineses, en el año 238 a. C., se apoderaron de Cerdeña y luego de Córcega.
Para hacer frente a sus pérdidas, los cartagineses, intentaron extender sus dominios hacia Hispania, estableciéndose un acuerdo con Roma para realizar sus conquistas al sur del río Ebro. Se sucedieron en el mando de las tropas cartaginesas, Amílcar Barca, Asdrúbal y finalmente Aníbal, en el año 221 a. C., quien atacó la ciudad de Sagunto, ubicada en la zona acordada, pero aliada de Roma. Tras rechazar a los emisarios romanos, que pedían su rendición, los cartagineses y romanos, se enfrentaron nuevamente.
Aníbal se dirigió hacia Italia, cruzó los Alpes, logrando el apoyo de los galos, que habitaban la llanura del Po, logrando vencer a los romanos en las márgenes de los ríos Ticius y Trebia, y en el año 216 a. C. la batalla de Cannas (Apulia), consagró a los cartagineses como triunfantes de una Roma que perdió aproximadamente 30.000 hombres.
Sin embargo, y a pesar del apoyo que Aníbal recibiera de Filipo V de Macedonia y del rey de Siracusa, el estratega romano, Fabio Máximo, ideó el plan de una guerra de desgaste, evitando las batallas abiertas.
Poco tiempo después los romanos vencieron en Capua y luego en Siracusa y en Hispania, los hermanos Escipiones derrotaron a Asdrúbal, y luego recuperaron Sagunto (214 a. C.), aunque fueron derrotados los Escipiones y muertos en el año 211 a. C. En el año 209, Publio Escisión (h), tomó Cartagena y en el 210 a. C. triunfó en Baecula.
Asdrúbal fue definitivamente derrotado por Claudio Nerón, cuando se dirigía a Umbría para unirse a Aníbal, quien se retiró a África, lugar que abandonó para dirigirse a Cartago, donde el ejército a cargo de Publio Escisión, intentaba imponerse.
La batalla de Zama, en el año 202, a. C. significó la victoria definitiva de Roma, donde Cartago fue condenada económicamente, viéndose privada de su flota y confinada a un área restringida. Este es el fin de la segunda guerra púnica.
La tercera guerra púnica fue realizada por motivos económicos, ya que Cartago, a pesar de su derrota, era una gran competencia en el comercio del Mediterráneo.
Aprovechando que los cartagineses habían respondido ante el asalto de Horóscopo, en su defensa, pero no podían hacerlo, sin el permiso romano, decidieron atacar. Los cartagineses trataron de descomprimir el conflicto condenando a muerte al jefe militar Asdrúbal y sus hombres, y brindando a Roma sus excusas, pero fue inútil, tras lo cual decidieron rendirse.
Cartago recibió la orden de ser destruida, pero los habitantes se reorganizaron a las órdenes de Asdrúbal a quien se le había concedido un armisticio a su condena a muerte, y lograron resistir el sitio romano, hasta que el nieto adoptivo de Escipión el Africano, Publio Cornelio Escipión Emiliano, en el año 147 a. c. logró rodear completamente la ciudad, que comenzó a sufrir el desabastecimiento.
En el año 146 a. C. los romanos lograron entrar a la ciudad, entablándose una lucha encarnizada de seis días, donde vencieron los romanos y la ciudad fue destruida.
Al término de las guerras púnicas llamadas así por ser la denominación que los romanos daban a los cartagineses, pueblo de origen fenicio, las islas de Sicilia, Cerdeña y Córcega, el norte de África, y el sur y el este de España, se convirtieron en provincias romanas.
La religión en la Antigua Roma

Los romanos tenían dioses para toda la comunidad, que representaban el culto oficial y dioses privados, pertenecientes a cada familia en particular, ya que cada una de ellas era una unidad política, económica y religiosa.
La tríada oficial estaba integrada por tres dioses de origen indoeuropeo: Júpiter, Marte, dios de la guerra y Quirino, que era el rey Rómulo divinizado. Esta tríada fue reemplazada, bajo la influencia etrusca, por Júpiter, Juno y Minerva, representados con forma humana (antropomorfismo).
Había dioses que representaban a las fuerzas de la naturaleza, llamados númenes a quienes se les rendía culto en los campos, cuevas y bosques.
El personaje dominante de la religión estatal, era el Pontífice Máximo, que ejercía autoridad sobre el resto de los sacerdotes, que no se dedicaban sólo a la función religiosa sino que eran aristócratas que además desempeñaban las magistraturas o cargos militares.
Entre los más destacados sacerdotes, pueden mencionarse, a los Pontífices, organizados en un colegio de quince miembros. Probablemente su nombre signifique “hacedores de puentes”, al ser esa su función en los orígenes. Su función era fundamentalmente jurídica, brindando asesoramiento legal y supervisando las fiestas estatales y el calendario.
Los augures se encargaban de consultar la voluntad de los dioses, para saber si un día era apto o no, para realizar alguna acción (fasto o nefasto). Para comprender esta situación observaban ciertos signos de los animales, como el apetito de los pollos sagrados o el vuelo de las aves.
Los auríspices, cumplían la misma función de adivinación que los augures, pero la consulta a los dioses la hacían a través de las entrañas de los animales sacrificados, costumbre heredada de los etruscos.
Las vestales eran sacerdotisas consagradas al culto de la diosa Vesta, siendo inviolables al igual que el templo. Ingresaban a los 16 años, y durante 10 años se desempeñaban como aprendices, luego ejercían la función de cuidar el fuego sagrado durante 10 años y luego pasaban otros 10, enseñando a las novicias. Durante su desempeño realizaban voto de castidad, que si no era cumplido, eran quemadas vivas. Debían limpiar el templo de Vesta los días 24 de marzo, 24 de mayo y 16 de junio de cada año.
Dentro de los dioses familiares estaban los lares o dioses del hogar que lo custodiaban y estaban siempre en él. Cuando la mujer, extraña a la familia se incorporaba, por justas nupcias, y antes de realizar el ritual de tomar los dioses del marido ante el fuego sagrado, el reciente esposo la cargaba en sus brazos para atravesar el umbral, para que los dioses que allí moraban no se enojaran, ya que ella aún conservaba sus propios dioses familiares. Las habitaciones de la casa daban a un patio, llamado atrio, donde en una capilla se les rendía homenaje. El fuego sagrado, siempre encendido, era símbolo de devoción y respeto. A cargo de la religión familiar se hallaba el paterfamilias.
Los penates, representados por dos jóvenes que sostenían el cuerno de la abundancia, protegían las pertenencias materiales de los miembros del grupo familiar.
Los manes eran los antepasados muertos, a quienes cada familia ofrecía rituales particulares.
Cuando se produjo la conquista de Grecia, los romanos tomaron como propios los dioses griegos a quienes cambiaron la denominación, a excepción de Apolo que continuó con el mismo nombre.
La equivalencia entre dioses griegos y romanos fue la siguiente:
Griegos-Romanos
Zeus-Júpiter (Dios principal, del cielo y del trueno)
Hera-Juno (Dios de la fertilidad)
Atenea-Minerva (Diosa de la sabiduría)
Ares-Marte (Dios de la guerra)
Artemisa-Diana (Diosa de la caza)
Hermes-Mercurio (Dios del comercio)
Hefesto-Vulcano (Dios del fuego)
Hestia-Vesta (Diosa del hogar)
Apolo-Apolo (Dios de la belleza, de las artes
y de la profecía)
Afrodita-Venus (Diosa del amor)
Deméter-Ceres (Diosa de a fertilidad)
Poseidón-Neptuno(Dios de los mares)
Dionisio-Baco (Dios del vino y de las
fiestas)
Eros-Cupido (Dios del amor)
Cuando Roma conquistó Oriente, su culto influye decididamente en los conquistadores, tiñendo su religión de un contenido moral, que hasta entonces carecía, ya que la religión romana se componía de una mezcla de ceremonias y ritos que intentaban solamente lograr el favor de los dioses. La religión oriental ofrecía la oportunidad de redención, otorgándole suma importancia a las comidas rituales, al sufrimiento como modo de perdón de los pecados y a las ceremonias de purificación.
Dentro de las ceremonias de purificación, se destacó la de taurobolium, primero dedicada al culto de Cibeles y que luego se extendió a otros dioses. En este ritual de purificación, el devoto era colocado en un hoyo y bañado con la sangre de un toro sacrificado.
El culto a la Magna Mater o Cibeles, diosa de la tierra y protectora de su pueblo, a quienes les otorgaba frutos y mieses; salud y protección, tuvo su origen en Frigia (Asia Menor), y fue adoptado por los romanos en el año 204 a. C., como resultado de una profecía que vaticinaba que esta diosa los ayudaría a vencer a Aníbal. Durante las conmemoraciones en su honor se recordaba a su esposo Attis.
Attis era el Dios de la vegetación, que había muerto y resucitado, manifestándose eso en las estaciones, realizándose en su honor, ritos frenéticos.
El culto de la muerte y de la resurrección también se ofrecía en honor al dios egipcio, Osiris, víctima de la maldad de su hermano Seth.
El culto a Mitra, dios iranio, estaba reservado a los hombres, sobre todo para los soldados, representándolo como un muchacho que está matando un toro. De la sangre del toro surgiría la vida vegetal y animal.
En el año 313 se adoptó el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano.


La esclavitud en la Antigua Roma

Es casi imposible imaginar Roma, y no pensar en la esclavitud, aún en sus tiempos más remotos, entendiéndose por esclavo al ser humano privado de su libertad, por estar sometido a la potestad de un amo. El esclavo es, en Roma, un hombre pero no una persona, ya que no está alcanzado por las normas jurídicas, que no le imponen derechos ni obligaciones. Es una cosa, un objeto, una mercancía, por lo tanto, se puede comprar y vender.
Sin embargo, Roma, no puede considerarse esclavista hasta mediados del siglo III a. C., cuando inició la conquista de un imperio más allá de sus fronteras.
En un principio, los esclavos, poco numerosos, convivían en la casa familiar, compartiendo el culto y los trabajos. Es a fines del siglo III a. C., cuando el número de esclavos aumenta, como consecuencia de las guerras de conquista, se los mantiene alejados de la casa familiar y crece la tensión en relación al sometimiento.
Había diferencias sociales entre los mismos esclavos. No era lo mismo ser esclavo por motivo de guerra, que ser nacido de mujeres esclavas. Estos últimos recibían el nombre de vernae y gozaban de cierto prestigio que los distinguían de los primeros, que no habían nacido en esa condición, habiendo sido convertidos en tales, por causa de la guerra.
Otro modo de obtener esclavos era el abandono de niños, quienes los recogían eran libres de hacerlos esclavos si así lo deseaban.
También el comercio a larga distancia, con pueblos y comunidades más allá de las fronteras del imperio, era para Roma un modo más de abastecimiento de nuevos esclavos. El historiador Procopio constató la costumbre de los comerciantes romanos de cambiar sal y granos por esclavos. Otro medio, era la piratería.
Para aquellos que se convertían en víctimas de guerra, el salto brusco y repentino de un estado de libertad a un estado de servidumbre, de ser dueños de sus actos, a convertirse jurídicamente en res (cosa) debía ser aniquilador.
En el año 22 a. C., dos tribus hispánicas, los satures y los cántabros, se rebelaron contra el poder romano. Rápidamente fueron contenidos y reducidos a la esclavitud, pero muchos prefirieron el suicidio antes que el sometimiento.
Los romanos también podían caer en esclavitud si otros pueblos los vencían. Así, en el año 28 d.C., un contingente de 400 tropas romanas, se dio muerte antes de arriesgarse a ser conquistados por los frisones.
No había ninguna actividad que les estuviera prohibida, salvo el servicio militar.
La libertad de un esclavo podía obtenerse a través de la manumisión, ya sea pública, otorgada por el estado o privada, a cargo de los dueños, por ejemplo, a través de un testamento o inscribiéndolos en el censo. Obtenida la manumisión, pasaban a convertirse en libertos, y algunos llegaron a ocupar cargos y obtener riquezas.
Las guerras de conquista obligaron a que muchos hombres adultos, tuvieran que incorporarse a las legiones, por un lapso mínimo de siete años. Muchas familias de campesinos quedaron así privadas de la fuerza de trabajo.
Muchos ricos y poderosos, invirtieron en tierras italianas y muchos campesinos empobrecidos debieron abandonar sus tierras, siendo sustituida la mano de obra campesina por la esclava.
En el año 136 a.C. acaeció en Sicilia una importante sublevación de esclavos que fue sofocada. Disturbios similares sucedieron en el resto de Italia, y Roma se enfrentó con una nueva amenaza.
Espartaco, un gladiador Tracio, de una escuela de gladiadores de Capua, en el año 73 a. C., escapó y logró constituir un ejército de esclavos fugitivos, aproximadamente de 120.000 hombres, concentrados en el monte Vesubio. Se apoderó prácticamente de toda la Italia meridional, entre matanzas y saqueos.
En el año 72 a. C. derrotó los ejércitos de los cónsules Cornelio Léntulo y Lucio Gelio. En el año 71 a. C., Marco Licinio Craso venció a Espartaco en Bruttium, terminando la rebelión con la muerte de Espartaco y la crucifixión de 6.000 esclavos. A lo largo de la vía Apia, hileras de cruces llegaban de Roma a Capua. Pompeyo terminó con las bandas de rebeldes que se habían salvado.
En general, la resistencia no era revolucionaria, ya que la mayoría de esclavos no estaba casi nunca motivada por imperativos ideológicos que hicieran referencia a cambios políticos y sociales, sino que solo trataban de protestar contra el sufrimiento y vengarse de sus propietarios.
Calístrato nos cuenta que los esclavos que conspiraban contra la seguridad de sus amos eran generalmente quemados vivos como castigo, lo que significa que las conspiraciones de este tipo no eran escasas.
En la antigua Roma, nunca se produjo la abolición de la esclavitud, aunque, sobre todo, en el Principado, obtuvieron una serie de mejoras.
Luego del cristianismo, siguió manteniéndose como institución, aunque mitigada en su rigor, pero reconocida como voluntad de Dios. Dijo San Agustín, que la esclavitud era el castigo que Dios imponía al pecado. A los esclavos devotos, las enseñanzas de obediencia y sumisión les bloqueaban automáticamente la posibilidad de reivindicar su libertad. En este período se establecen concesiones, como la prohibición de marcar con hierro candente la cara de los esclavos o la calificación de homicida a quien causare la muerte intencional del esclavo. Los niños esclavos que fueran abandonados al nacer, fueron libres a partir de emperador Constantino.
Patricios y plebeyos: conflictos sociales


Existían en Roma dos clases sociales muy diferenciadas e inamovibles: patricios y plebeyos. Los primeros constituían la clase privilegiada y en los comienzos de la historia de Roma, sólo ellos eran ciudadanos y tenían la posibilidad de votar en los comicios curiados.
Su origen se remontaba a los fundadores de Roma, de los que se consideraban descendientes. El resto de la población, los plebeyos, que conformaban la mayoría, eran los que luego fueron incorporándose a la ciudad.
Una clase intermedia era la constituida por los clientes, que eran plebeyos unidos a un patricio por un vínculo que establecía entre ellos derechos y obligaciones. El patrono debía proteger al cliente con asesoramiento legal y representación jurídica, y el cliente debía prestar su colaboración, incluso económica.
Al deponerse el gobierno monárquico, el control político quedó en manos de los patricios, pero los plebeyos, acrecentados en su número y en algunos casos, en riqueza, originaron un largo conflicto en pos de sus intereses.
Los plebeyos adquirieron la ciudadanía, con la creación de los comicios centuriados, luego de la reforma impuesta por el rey Servio Tulio, que clasificaba a la población de acuerdo a su fortuna, y dónde se votaba por centuria, entendiéndose por tal, al número de familias que pudieran aportar cien soldados. Lejos de significar una mejora, integrar los comicios les traía aparejados una serie de obligaciones, como integrar el ejército o pagar impuestos, pero no podían integrar el Senado o las magistraturas o contraer enlace con patricios. Los plebeyos pobres se veían aún más perjudicados, pues ahora, incorporados al ejército, debían abandonar sus pequeñas plantaciones, lo que los conducía a la ruina material.
Cansados de la discriminación a la que se veían sometidos, en el año 494 a. C, se retiraron hacia el monte Aventino, para radicarse allí y constituir una nueva ciudad.
Merced a la mediación de Menenio Agripa y tras lograr la concesión de la creación del Tribunado de la Plebe, cuyos miembros fueron considerados sacros e inviolables, en defensa de sus derechos, volvieron a Roma. Como cargo auxiliar surgen los Ediles de la Plebe.
La función de los tribunos de la plebe era importante ya que ejercían derecho de veto (intercessio) por el cual podían oponerse a las medidas que se tomaran en desmedro de sus intereses. Incluso, ellos mismos, podían votar normas, llamadas plebiscitos.
La sanción de la ley de las XII Tablas, en el año 450 a. C., primera ley escrita, significó la igualdad jurídica para ambos sectores, regulados por sus disposiciones.
Lograron con la ley Canuleia abolir la prohibición de contraer matrimonio entre patricios y plebeyos (445 a. C.).
Pudieron en el año 367 a. C, acceder al Consulado y luego ocupar las demás magistraturas e integrar el Senado.
En el año 300 a. C, se dictó un plebiscito, conocido como ley Ogulnia, que permitió a los plebeyos integrar los Colegios de Pontífices y Augures, siendo Tiberio Coruncanio el primer plebeyo en ocupar el Pontificado máximo.
A pesar de todos los logros obtenidos, no pudo establecerse la igualdad social en Roma, ya que surgió otra diferenciación de clases. Con el matrimonio entre los hijos de patricios y de plebeyos ricos surgió una nueva aristocracia, ahora diferenciada, en virtud de la fortuna, del resto de la población, con derechos, pero empobrecida.
EPOCA MEDIEVAL

Desde la caída de Roma en manos de los godos (476 d.C.) y hasta el siglo XV, en el mundo occidental, la superstición impidió la realización de estudios serios de anatomía y patología quirúrgica. Prevalecía el concepto de Galeno del "laudable pus", encontrar una sustancia milagrosa para prevenir la infección e inducir la curación. Su dogmatismo perduró durante siglos al amparo del oscurantismo en que se vio sumido el mundo occidental tras la caída del Imperio Romano.
En la baja Edad Media, los monasterios recogieron y transmitieron conocimientos con la veneración por lo antiguo y el desinterés o alejamiento de la realidad. Sin embargo, su labor permitió la supervivencia de un cuerpo doctrinal en Occidente. La terapéutica abandonó los incipientes criterios científicos y volvió a las simplificaciones de la medicina popular y a las interpretaciones sobrenaturales. La influencia del cristianismo otorgó a la medicina un importante componente de misticismo religioso. Por otra parte, la asociación de los primeros hospitales cristianos de beneficencia y el desarrollo de las órdenes monásticas permitió que los monasterios asumieran parte de la asistencia médica de occidente. Paralelamente, la práctica de la cirugía se devaluó, siendo ejercida por profanos, iletrados y charlatanes. Así, los curanderos germánicos daban masajes, reducían luxaciones y fracturas y curaban heridas.
No fue hasta el siglo XII cuando Europa comenzó a despertar gradualmente de su edad oscura. Empezaron a fundarse universidades y hospitales, la disección humana se reanudó y los importantes textos griegos comenzaron a traducirse del árabe al latín. Sin embargo, hasta el siglo XVI, todos los avances se realizaron a la sombra de Hipócrates. Los primeros hospitales de la época medieval surgieron en Bizancio. De ellos, el más importante fue el de Constantinopla, fundado en el siglo XII, y que de un total de 50 camas dedicaba 10 a pacientes quirúrgicos.
En confluencia con el mundo árabe, se organizaron en torno al Mediterráneo algunos centros de excepción en los que el saber médico era transmitido. La Escuela de Salerno, o la de Montpellier, comenzaron el desarrollo de la enseñanza médica organizada, recibiendo influencias desde el mundo islámico.
En el siglo XI, desde la Escuela de Salerno, Constantino el Africano (1010-1087) es el principal difusor de los conocimientos islámicos, gracias a las traducciones de sus textos.
El primer tratado medieval de cirugía fue la "Practica chirurgiae" de Ruggero Frugardi (1170), figura de la escuela de Salerno, que se ocupó principalmente del tratamiento de las heridas, aunque también describe algunas intervenciones y técnicas para la reducción de distintas luxaciones. En el año 1140 Rogerio II de Sicilia impuso la necesidad de superar un examen a todos aquellos que pretendiesen ejercer la medicina. Federico II en 1224, mandó que el examen fuese realizado de forma pública por el equipo de maestros de Salerno, exigiendo para la práctica de la medicina un periodo de formación teórico (que incluía cinco años de medicina y cirugía) y un periodo práctico de un año (figura 6: detalle de manuscrito del siglo XIII que muestra el tratamiento de varias heridas en la Escuela de Salerno, British Library, Londres).
LAS PRIMERAS DINASTIAS





Los primeros emperadores desde Augusto hasta la muerte de Nerón (27 a. C. - 68) formaron la dinastía Julio-Claudia, que tras el periodo del 68 al 69, el año de los 4 emperadores, dio paso a la dinastía Flavia con tres emperadores del 69 al 96 y a la dinastía Antonina, los 5 buenos emperadores, del 96 al 180. El 180 se inició la dinastía Severa que duró hasta la muerte de Alejandro Severo el 235.

lunes, 12 de marzo de 2012

ARQUITECTURA


Las ciudades romanas eran el centro de la cultura, la política y la economía de la época. Base del sistema judicial, administrativo y fiscal eran también muy importantes para el comercio y a su vez albergaban diferentes acontecimientos culturales. Es importante destacar que Roma fue, a diferencia de otros, un imperio fundamentalmente urbano.
Las ciudades romanas estaban comunicadas por amplias calzadas que permitían el rápido desplazamiento de los ejércitos y las caravanas de mercaderes, así como los correos. Las ciudades nuevas se fundaban partiendo siempre de una estructura básica de red ortogonal con dos calles principales, el cardo y el decumano que se cruzaban en el centro económico y social de la ciudad, el foro, alrededor del cual se erigían templos, monumentos y edificios públicos. También en él se disponían la mayoría de las tiendas y puestos comerciales convirtiendo el foro en punto de paso obligado para todo aquel que visitase la ciudad. Así mismo un cuidado sistema de alcantarillado garantizaba una buena salubridad e higiene de la ciudad romana.
Curiosamente, este riguroso ordenamiento urbanístico, ejemplo del orden romano, nunca se aplicó en la propia Roma, ciudad que surgió mucho antes que el imperio y que ya tenía una estructura un tanto desordenada. El advenimiento del auge del poder imperial motivó su rápido crecimiento con la llegada de multitud de nuevos inmigrantes a la ciudad en busca de fortuna. Roma nunca fue capaz de digerir bien su grandeza acentuándose más aún el caos y la desorganización. La capital construía hacia lo alto, el escaso espacio propició la especulación inmobiliaria y muchas veces se construyó mal y deprisa siendo frecuentes los derrumbes por bloques de pisos de mala calidad. Famosos eran también los atascos de carros en las intrincadas callejuelas romanas. La fortuna sin embargo quiso que la capital imperial se incendiara el año 64 dC, durante el mandato de Nerón. La reconstrucción de los diferentes barrios se realizó conforme a un plan maestro diseñado a base de calles rectas y anchas y grandes parques lo que permitió aumentar muchísimo las condiciones higiénicas de la ciudad.
Por lo demás toda ciudad romana trataba de gozar de las mismas comodidades que la capital y los emperadores gustosos favorecían la propagación del modo de vida romano sabedores de que era la mejor carta de romanización de las futuras generaciones acomodadas que jamás desearían volver al tiempo en que sus antepasados se rebelaban contra Roma. Por ello, allí donde fuera preciso se construían teatros, termas, anfiteatros y circos para el entretenimiento y el ocio de los ciudadanos. También muchas ciudades intelectuales gozaban de prestigiosas bibliotecas y centros de estudio, así fue en Atenas por ejemplo ciudad que siempre presumió de su presuntuosa condición de ser la cuna de la filosofía y el pensamiento racional.
Para traer agua desde todos los rincones se construían acueductos si era preciso, el agua llegaba a veces con tal presión que era necesario construir abundantes fuentes por todas partes lo que aún aumentaba más el encanto de dichas ciudades, que a pesar de estar construidas en tierras secas recibían la llegada de las bien planificadas canalizaciones romanas.
Las casas típicas eran las insulae (isla). Solían estar hechas de adobe normalmente de unos tres o cuatro pisos aunque en Roma o en otras ciudades de gran densidad se llegaban a construir verdaderos rascacielos cuya solidez muchas veces fue más que dudosa. La gente rica y de dinero, patricios de buena familia o ricos comerciantes plebeyos que habían hecho fortuna se alojaban en casa de una sola planta con patio interior (impluvium) recubierto de mosaicos llamadas domus.
En honor a las victorias se construían columnas, arcos de triunfo, estatuas ecuestres y placas conmemorativas que solían hacer siempre referencia al emperador reinante y sus gloriosas victorias conseguidas en pos de la salvaguarda de la pax romana de la que gozaban inconscientes los ciudadanos de la urbe. Era un motivo que se recordaba constantemente para dar sentido a la recaudación imperial, sin dinero no hay ejército, sin ejército no hay seguridad y sin seguridad no hay ciudades ni comercio. Algo que quedaría patente a finales del bajo imperio.
Con la llegada de la crisis del siglo tercero y, particularmente, ya en el tardío imperio cristiano la seguridad de la que disfrutaron durante tiempo las ciudades romanas había desaparecido. Y muchas de ellas, sobre todo las más fronterizas con los limes acechados por los pueblos germanos se vieron obligadas a amurallarse y recluirse en fortificaciones sacrificando calidad de vida por seguridad. Fue un paso hacia atrás que se materializaría con la desaparición del imperio de occidente, la ruralización, el fin de las actividades comerciales y el surgimiento de los castillos medievales.